viernes, 25 de septiembre de 2009
Alonso Cano de Almansa, uno de los artistas del siglo de oro español
Alonso Cano de Almansa nació en Granada el 19 de marzo de 1.601, y murió en Granada el 3 de octubre de 1.667, a los 66 años de edad, fue un pintor, escultor y arquitecto español. Miguel, su padre era retablista decidió la mudanza de la familia a Sevilla cuando su hijo tenía doce años; aquí en Sevilla del siglo XVII (En el Siglo de Oro español) será donde este versátil artista, pintor y autor de diseños para arquitectura, realice su formación como escultor, aprendiendo al lado de Martínez Montañés, y como pintor, durante un breve periodo, de la mano de Pacheco, cuya condición de maestro de Velázquez convertirá a ambos muchachos en condiscípulos.
Alonso Cano fue un hombre en la línea de los grandes humanistas del pasado Renacimiento, interesado en muy diversas áreas del saber y enamorado en su madurez de una idealización y un clasicismo extraños en tiempos del Barroco tenebrista.
Se le puede considerar asimismo como uno de los más importantes componentes del foco artístico escultórico granadino del siglo XVII, e iniciador, junto con Pedro de Mena, de la segunda etapa dentro de la escultura española.
De esta inicial etapa andaluza data su primera obra fechada, un cuadro que representa a San Francisco de Borja (1.624), además de una temprana e importante colaboración en la Iglesia de Santa María de Lebrija (1.629), diseñando y esculpiendo las piezas para el retablo de su altar mayor.
Alonso residió en Sevilla hasta el año de 1.638 en que se traslade a Madrid, donde realizará un descubrimiento que resultará clave en su producción posterior: las grandes colecciones de grabados y dibujos del rey.
Su fama en la Corte será tal que, además de trabajar como pintor de cámara del Conde-Duque de Olivares, recibirá el encargo, junto a Velázquez, de seleccionar nuevas obras para el incendiado Palacio del Retiro y restaurar algunas de las dañadas.
Lo cierto es que su vida fue bastante inquieta (Aunque en su serena obra no se aprecie dicha circunstancia), llegando incluso a verse obligado a abandonar la Corte acusado de haber intervenido en el asesinato de su segunda esposa. En 1.644 su esposa murió asesinada, por lo que, Alonso fue acusado de asesinato y fue incluso torturado, aunque no se le pudo condenar, al haberse demostrado que era inocente. Huyó a Valencia con la intención de hacerse monje, aquí permaneció durante un corto periodo de tiempo antes de regresar a Madrid. Es finalmente en esta ciudad donde se decanta por la pintura y se puede apreciar un cambio en su estilo, ahora mucho más delicado, que ya en su etapa sevillana había iniciado un viaje por la senda del clasicismo.
Hacia 1.652 regresará a Granada, su ciudad natal, donde permanecerá hasta su muerte en 1.667, recibirá el cargo de racionero de la Catedral de Granada gracias a la colaboración de Felipe IV, y llevará a cabo parte importante de su producción en la Capilla Mayor de la misma con una obra mariana seriada, aunque tuvo muchos enfrentamientos con los canónigos de allí. Consiguió poco después ser maestro mayor de la Catedral, aunque al poco tiempo de este nombramiento, murió fue enterrado en la cripta de la Catedral de Granada.
Alonso Cano fue durante toda su vida fue un pendenciero y los duelos estuvieron siempre a la orden del día. Pese a ganar grandes cantidades de dinero, siempre estuvo endeudado, llegando a pisar la cárcel, aunque su amigo Juan del Castillo pagó las deudas.
En su arte, Cano, consiguió alcanzar un difícil equilibrio entre un ideal manifiesto en su canon estético de belleza, y un realismo hijo del Barroco. Una de las piezas más representativas de dichas características es su famosísima escultura, que sentó las bases para una nueva tipología, de la Inmaculada Concepción (1.654) encargada por el cabildo de la Catedral de Granada para ubicarla en lo alto de un facistol.
Responde al modelo defendido por Pacheco y anticipa el Rococó. No es su única obra de importancia sin embargo, la mayoría de ellas en muy estrecha relación con su labor como retablista, siendo sus dos etapas andaluzas, sevillana y granadina, las que mayores frutos dieron en este terreno; así, realizó piezas excelentes, muchas de ellas vírgenes, en el retablo mayor de Lebrija, en la Catedral de Sevilla o en la de Granada, de esta última diseñó la fachada (Aprobada por el cabildo poco antes de su muerte), aunque no fue su único trabajo: una hoy día desparecida Iglesia del Convento del Ángel fue producto de su esfuerzo, al igual que se cree partes del Hospital Real de Granada.
En lo que respecta a su producción pictórica, es imposible no sentir envidia por el conocimiento directo que tuvo de aquéllos cuyas influencias se aprecian en la misma, Velázquez el primero, seguido por un sinnúmero de maestros venecianos alojados en la colección real. Esto es importante porque contribuyó a definir su estilo, aún ligeramente tenebrista, aportando a su paleta esa suavidad tan característica de su obra posterior. En Madrid realizará algunos de sus mejores lienzos, como el conocido Milagro del Pozo, o el Descenso al limbo, junto con composiciones de vírgenes de una delicadeza cada vez mayor.
Vírgenes serán asimismo las protagonistas del gran trabajo que cerrará su producción: el ciclo de la vida de la Virgen de la Catedral de Granada. De enormes dimensiones, y conformado por siete episodios, supone la culminación del clasicismo y el lirismo en la obra de Cano.
Alonso Cano es otro de los personajes que aparecen en el post: Coleción de Medallas: Cara y Cruz de nuestra historia, Granada 1.994.
Alonso Cano fue un hombre en la línea de los grandes humanistas del pasado Renacimiento, interesado en muy diversas áreas del saber y enamorado en su madurez de una idealización y un clasicismo extraños en tiempos del Barroco tenebrista.
Se le puede considerar asimismo como uno de los más importantes componentes del foco artístico escultórico granadino del siglo XVII, e iniciador, junto con Pedro de Mena, de la segunda etapa dentro de la escultura española.
De esta inicial etapa andaluza data su primera obra fechada, un cuadro que representa a San Francisco de Borja (1.624), además de una temprana e importante colaboración en la Iglesia de Santa María de Lebrija (1.629), diseñando y esculpiendo las piezas para el retablo de su altar mayor.
Alonso residió en Sevilla hasta el año de 1.638 en que se traslade a Madrid, donde realizará un descubrimiento que resultará clave en su producción posterior: las grandes colecciones de grabados y dibujos del rey.
Su fama en la Corte será tal que, además de trabajar como pintor de cámara del Conde-Duque de Olivares, recibirá el encargo, junto a Velázquez, de seleccionar nuevas obras para el incendiado Palacio del Retiro y restaurar algunas de las dañadas.
Lo cierto es que su vida fue bastante inquieta (Aunque en su serena obra no se aprecie dicha circunstancia), llegando incluso a verse obligado a abandonar la Corte acusado de haber intervenido en el asesinato de su segunda esposa. En 1.644 su esposa murió asesinada, por lo que, Alonso fue acusado de asesinato y fue incluso torturado, aunque no se le pudo condenar, al haberse demostrado que era inocente. Huyó a Valencia con la intención de hacerse monje, aquí permaneció durante un corto periodo de tiempo antes de regresar a Madrid. Es finalmente en esta ciudad donde se decanta por la pintura y se puede apreciar un cambio en su estilo, ahora mucho más delicado, que ya en su etapa sevillana había iniciado un viaje por la senda del clasicismo.
Hacia 1.652 regresará a Granada, su ciudad natal, donde permanecerá hasta su muerte en 1.667, recibirá el cargo de racionero de la Catedral de Granada gracias a la colaboración de Felipe IV, y llevará a cabo parte importante de su producción en la Capilla Mayor de la misma con una obra mariana seriada, aunque tuvo muchos enfrentamientos con los canónigos de allí. Consiguió poco después ser maestro mayor de la Catedral, aunque al poco tiempo de este nombramiento, murió fue enterrado en la cripta de la Catedral de Granada.
Alonso Cano fue durante toda su vida fue un pendenciero y los duelos estuvieron siempre a la orden del día. Pese a ganar grandes cantidades de dinero, siempre estuvo endeudado, llegando a pisar la cárcel, aunque su amigo Juan del Castillo pagó las deudas.
En su arte, Cano, consiguió alcanzar un difícil equilibrio entre un ideal manifiesto en su canon estético de belleza, y un realismo hijo del Barroco. Una de las piezas más representativas de dichas características es su famosísima escultura, que sentó las bases para una nueva tipología, de la Inmaculada Concepción (1.654) encargada por el cabildo de la Catedral de Granada para ubicarla en lo alto de un facistol.
Responde al modelo defendido por Pacheco y anticipa el Rococó. No es su única obra de importancia sin embargo, la mayoría de ellas en muy estrecha relación con su labor como retablista, siendo sus dos etapas andaluzas, sevillana y granadina, las que mayores frutos dieron en este terreno; así, realizó piezas excelentes, muchas de ellas vírgenes, en el retablo mayor de Lebrija, en la Catedral de Sevilla o en la de Granada, de esta última diseñó la fachada (Aprobada por el cabildo poco antes de su muerte), aunque no fue su único trabajo: una hoy día desparecida Iglesia del Convento del Ángel fue producto de su esfuerzo, al igual que se cree partes del Hospital Real de Granada.
En lo que respecta a su producción pictórica, es imposible no sentir envidia por el conocimiento directo que tuvo de aquéllos cuyas influencias se aprecian en la misma, Velázquez el primero, seguido por un sinnúmero de maestros venecianos alojados en la colección real. Esto es importante porque contribuyó a definir su estilo, aún ligeramente tenebrista, aportando a su paleta esa suavidad tan característica de su obra posterior. En Madrid realizará algunos de sus mejores lienzos, como el conocido Milagro del Pozo, o el Descenso al limbo, junto con composiciones de vírgenes de una delicadeza cada vez mayor.
Vírgenes serán asimismo las protagonistas del gran trabajo que cerrará su producción: el ciclo de la vida de la Virgen de la Catedral de Granada. De enormes dimensiones, y conformado por siete episodios, supone la culminación del clasicismo y el lirismo en la obra de Cano.
Alonso Cano es otro de los personajes que aparecen en el post: Coleción de Medallas: Cara y Cruz de nuestra historia, Granada 1.994.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario